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El año no podría haber terminado peor para las discográficas. Todo
sucedió en 72 horas, tres días que representaron tres mazazos para su
más que cuestionable y cuestionada estrategia encaminada a erradicar
la piratería en Internet
El primer golpe llegó desde Canadá: la Copyright Board of Canada
estimó que bajar canciones de Internet para uso personal es legal, no
así contribuir a su distribución.
El segundo, más importante, lo asestó el Tribunal Supremo de Holanda:
Kazaa, el programa utilizado para descargar canciones, películas y
software por Internet, es tan legal como iTunes. El tribunal no entró
a discutir si intercambiar ficheros es lícito o no, sino en la
funcionalidad de la plataforma. El argumento que sostiene su sentencia
es impecable: una persona que ha sufrido un accidente de coche no
puede reclamar una indemnización al fabricante del vehículo por
haberle dejado circular a 200 kilómetros por hora. Es decir, las
plataformas P2P no son responsables del mal o buen uso que los
usuarios hagan de ellas.
El tercer mazazo es sin duda el que mayores consecuencias traerá: un
tribunal de apelaciones estadounidense sentenció que las formas
empleadas por las discográficas para localizar a los usuarios que
comparten archivos de audio y vídeo a través de las redes P2P son
ilegales. La presión ejercida sobre el proveedor de acceso Verizon
para que proporcionara la identidad de un usuario, cuyo delito era
el de haber intercambiado ficheros en la Red, sobrepasó los márgenes
de la legalidad.
La sentencia no implica que aquellos piratas que hayan sido
identificados queden impunes de la violación de los derechos de autor
de la que se les acusa. Ni siquiera aquellos que han alcanzado un
acuerdo económico con los demandantes para que las cosas no fueran a
peor podrán recuperar su dinero. Eso sí, cualquier proveedor de acceso
a Internet podrá negarse en redondo, con la ley en la mano, si
cualquier discográfica o sus representantes solicitan la identidad de
unos de sus clientes.
La Asociación de la Industria Fonográfica de Estados Unidos (RIAA)
concluye el año de la misma forma que empezó éste, el pasado y el
anterior: haciendo el ridículo. Desde que comenzó su particular
batalla contra las redes de intercambio de ficheros musicales han sido
más los reveses que las buenas noticias recibidas, limitadas al cierre
de Napster y Audiogalaxy. Poco más, porque el problema de fondo
persiste de forma más agudizada que hace años: los internautas
continúan bajando canciones, vídeos, películas y software a mansalva.
Y seguirán así por muchos años.
Iniciativas como iTunes, que ya ha vendido 25 millones de canciones a
través de Internet, demuestran que la piratería puede convivir con los
programas legales sin demasiados esfuerzos. Y es que existen ejemplos
en el mundo real más o menos similares: los fabricantes de agua
mineral son conscientes de que su principal competidor, al menos en
Madrid, es el Canal de Isabel II. Los madrileños no tienen la
necesidad de adquirir botellas de agua porque les basta abrir el grifo
para conseguir el mismo producto. Y aún así existe una demanda de
agua de pago. Lo gratis, o casi gratis, puede convivir con los
productos que requieren de un desembolso económico.
Lo que sí se ha demostrado inútil es la estrategia emprendida por la
RIAA, basada en poner denuncias a diestro y siniestro y a meter el
miedo en el cuerpo a los internautas de todo el mundo. Ya ha sufrido
bastantes fracasos en los últimos años como para percatarse de que ha
tomado el camino erróneo.
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Articulo extraido integramente de:
http://www.libertaddigital.com/opin...16656.html
Ille Corvus. Hic et Nunc.
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