Frogpad y New Standard Keyboard quieren arrebatar el liderazgo de los
teclados QWERTY
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El teclado que conocemos tiene 138 años, provoca lesiones y obliga a
escribir lento, pero ni el Ejército de EEUU ha podido darlo de baja.
[New Standard Keyboards]
El teclado de John Parkinson,
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Un ingeniero californiano con conocimientos de psicología, ha creado
un teclado que promete ser la solución a los pesados cursos de
mecanografía y el síndrome del túnel carpiano que afecta a quienes
pasan horas tecleando ante un monitor.
En un alarde de modestia su inventor, John Parkinson, lo ha bautizado
como New Standard Keyboard.
Pero Parkinson no es el primer inventor que intenta erradicar el
teclado QWERTY, llamado así por las primeras seis letras que hay de
las teclas de la izquierda, de los escritorios. Nadie ha conseguido
arrebatar el dominio de la palabra tecleada a este veterano compañero
de escritores y oficinistas.
Su historia se remonta a 1867, cuando Christopher Latham Sholes, un
polifacético habitante de Milwakee -era político, filósofo, ingeniero
y editor- registró la patente de la primera máquina de escribir.
El dispositivo estaba basado en un diseño previo que el inventor
británico Henry Mill había patentado en 1750. Y pensaba utilizarlo
como un numerador automático de páginas de libros pero no tardó en
darse cuenta de que la máquina sería capaz de escribir todas las
letras del alfabeto con unas ligeras modificaciones.
Sholes pasó varios años perfeccionando su invento, pero nunca llegó a
ser un producto comercial debido a numerosos problemas técnicos. Por
ejemplo, que las
las varillas que imprimían la letra en la página se atascaban cuando
el usuario tecleaba muy rápido.
Para frenar la velocidad de escritura, Sholes cambió la distribución
de las teclas una y otra vez hasta dar con la disposición que separara
al máximo las varillas de las letras más usadas, de manera que estas
no "tropezaran" en su viaje hacia el papel.
A pesar de que nunca llegó a ver su producto terminado, sus esfuerzos
no fueron en vano. La primera máquina comercial, de la compañía
Remington, tomó prestados la disposición de las teclas de Shole y
añadió algunas variantes para que la palabra Type Writer, nombre
comercial de la máquina, pudiera escribirse con las letras de una sola
fila.
Este pequeño juego de marketing determinó la disposición de las teclas
de la máquina de escribir y, posteriormente, los teclados de los
ordenadores.
Los avances técnicos de las nuevas máquinas eléctricas pronto
resolvieron el problema de las varillas que se enredaban, pero aun así
los intentos por acabar con el viejo teclado no han sido exitosos.
Uno de los diseños más firmes fue el propuesto en 1930 por el pedagogo
americano August Dvorak. Tras estudiar el teclado de Sholes y
Remington llegó a la conclusión de que sus compatriotas habían hecho
un trabajo excelente para frenar la velocidad de escritura, ya que la
combinación de teclas escogida era incluso menos eficiente que una
creada completamente al azar.
Dvorak creó un nuevo tipo de teclado, distinto para cada lengua, y un
25% más eficaz que el teclado QWERTY, según distintos expertos. El
nombre del teclado fue tomado del de su inventor y fue conocido como
DVORAK.
El ejército estadounidense, tras la II Guerra Mundial, intentó
introducir el nuevo modelo de Dvorak con escaso éxito.
Un estudio elaborado por la marina americana concluía que la inversión
en entrenamiento para usar la nueva disposición de teclas se
recuperaba en sólo diez días gracias al aumento en productividad, pero
a pesar de los sólidos argumentos económicos este teclado nunca llegó
a popularizarse.
Eso si, la mayoría de los sistemas operativos modernos incluyen los
drivers necesarios para utilizar este tipo de teclados aunque la mayor
dificultad a la hora de usar el Dvorak no es instalarlo, sino
encontrar uno en la tienda.
Otras configuraciones de teclas menos conocidas sí han conseguido
encontrar un hueco en mercados especializados o minoritarios. La
empresa británica Maltron, por ejemplo, fabrica teclados especiales
para discapacitados que pueden usarse con una sola mano, o con la
boca. Las teclas se ordenan de formas diferentes para facilitar la
escritura incluso si hay poca movilidad en los dedos.
Por otra parte en algunos países, como en Francia, el estándar es el
teclado AZERTY con una disposición distinta de las teclas.
Frogpad es una empresa tejana que también ha conseguido destacar en la
invención de alternativas a QWERTY. Sus teclados, que sólo tienen 24
teclas, se manejan con una única mano y pueden sujetarse con la otra
mientras se escribe.
Esta característica permite usarlos sin necesidad de tener un
escritorio por lo que son un accesorio perfecto para agendas
electrónicas o teléfonos móviles. El aprendizaje del nuevo sistema
solo lleva una semana.
El New Standard Keyboard, que sale a la venta en abril, costará 50
euros y su creador piensa que, en un principio, puede tener éxito
entre las personas de edad avanzada debido al gran tamaño de sus
teclas. Si consigue al menos ese nicho de mercado podrá vivir para
competir otro día con el omnipotente QWERTY.
Si no, pasará a la historia como otro intento fallido de acabar un
teclado que todos consideran muy mejorable, pero que nadie está
dispuesto a cambiar.
El nuevo teclado desarrollado por Frogpad está basado en un esquema de
distribución ergonómica de teclas diseñado entorno a las 15 letras más
usadas en el alfabeto inglés.
El FrogPad rompe con el viejo código QWERTY de colocación de las
teclas para ofrecer una distribución más adecuada y cómoda para este
tipo de dispositivos de entrada de datos.
Según el fabricante después de un periodo de adaptación de
aproximadamente 8 horas, el usuario será capaz de alcanzar ratios de
introducción de texto de 40 palabras por minuto.
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