Lo que demuestra la historia del 'Open Source'
El ejemplo del software
Lo hacen numerosas empresas de software. Lo hacen cada vez más gobiernos
(registro gratis). Los expertos lo recomiendan. Lo están haciendo los
particulares, a millones. Hasta (a regañadientes) Microsoft. La absurda
idea de dejar abiertas las tripas del software y permitir que la gente las
mire, e incluso que las modifique, copie y use en determinadas
condiciones, es ya común en la industria informática. De hecho su ejemplo
se está extendiendo a los más extraños rincones; desde una orden mágica
hermética de tradición masónica y rosacruciana a Telefónica I+D (caramba,
qué coincidencia, que diría Les Luthiers). Si hasta las empresas más
opuestas en filosofía o menos rápidas en innovación y las sociedades
secretas son capaces de ver las ventajas del 'Open Source'... ¿cómo es
posible que la industria editorial siga ciega? ¿Por qué obvian el ejemplo
del software?
No ha sido sencillo. La idea conocida como software 'Open Source'
(abierto, o libre) ha tenido una vida ya larga, pero difícil. Puntuada por
polémicas aparentemente absurdas, pero que traslucían un profundo debate
ideológico y práctico; a veces dividida en facciones enfrentadas con
religiosa pasión; siempre descalificada, tachada de idealista o
subversiva, lo cierto es que la comunidad del software abierto hoy es una
vigorosa y sana realidad. Fortalecida por su diversidad, demostrado que un
movimiento de este tipo puede tener un brazo comercial que lo enriquezca y
solidifique, el software libre es hoy en día la principal amenaza
estratégica de gigantes como Microsoft, es pieza clave de la Red y del
futuro de la informática y forma parte de la estrategia de empresas de
todo sector y gobiernos de todo el mundo.
Pocos pueden dudar a estas alturas de que el software libre es un éxito.
Quizá no domine la informática del futuro en exclusiva; probablemente
habrá sitio para los programas que oculten su código fuente y opten por
cerrar todas las protecciones que les concede una legislación de propiedad
intelectual bastante cerril. Sin duda que hacer negocios en este entorno
es más difícil, porque hay que pensar más y convencer a gentes de nuevos
conceptos. También hay que despedirse de los fabulosos ingresos que
permite (a los supervivientes de las guerras comerciales) el monopolio
legal de la copia y conformarse con márgenes razonables. Pero tras más de
15 años, el lugar del software abierto está garantizado.
Por lo que la cerrada negativa de la industria editorial de toda laya en
aceptarlo como ejemplo es cada día más pasmosa.
Pocas industrias como el software en lo que respecta a depender de la
propiedad intelectual e industrial. Al fin y al cabo lo que vende son
bytes, incorpóreos en la mayoría de los casos (e incorporeizables cuando
no lo son ya). Empezaron cerrando con todas las llaves posibles sus
códigos para evitar, limitar y controlar las copias. Pero han aprendido
por experiencia que otra forma de trabajar no sólo es posible; además
puede ser deseable.
Telefónica, ese grupo empresarial, no es conocido precisamente por su
generosidad a la hora de regalar el dinero; mucho menos a su competencia.
Y sin embargo quieren abrir parte de su software de carácter estratégico a
la comunidad, porque tienen claro que obtendrán ventajas. Permitir que les
copien es beneficioso para ellos.
Para las editoriales (de música, de videojuegos, de libros, de películas)
la idea es anatema. Su respuesta al mismo problema es solicitar la
creación de aún más candados legales, pues algo sí han aprendido de la
experiencia de los programadores: las leyes actuales (ya draconianas) no
sirven. La industria editorial está dispuesta a estrangular la cultura, si
es necesario, para evitar perder su control económico. A pedir que el
estado, todos nosotros, les garantice por ley más y más derechos
respaldados por más y más policías. Mientras todos nosotros recibimos a
cambio cada vez más amenazas y cada vez menos productos.
Pues Señores de la Cultura, sepan: el 'copyleft', el movimiento análogo al
software libre en el mundo de la cultura, también está aquí. También para
quedarse. Y la industria deberá aprender a aceptar este hecho... e incluso
a beneficiarse. Aprendan de sus colegas del mundo del software. Estudien
sus métodos. Adáptense.
O perezcan. Porque la cultura no va a morir: ahora hay una alternativa a
sus cerrazones. Podemos vivir sin copyrights eternos, derechos de autor
castrantes y sociedades de gestión ubicuas. Y lo seguiremos haciendo
aunque la ley se transforme en absurda de puro agobiante. Así que ustedes
mismos. A nosotros ya nos da lo mismo.
http://navegante2.elmundo.es/navega...85754.html
Leer las respuestas